“La Fundación Villavecchia estuvo presente en los momentos más felices durante mi enfermedad.” Marta Briones, superviviente de cáncer infantil
Participar en nuestras salidas y actividades ayudó a Marta a conocer a otros jóvenes con cáncer y a gestionar sus miedos y su autoestima. Nos lo cuenta 10 años después, plenamente recuperada de la leucemia que sufrió.
Marta tiene 25 años, es de Barcelona y actualmente trabaja y reside en Londres. Le diagnosticaron leucemia diez días antes de cumplir los 15 años, en febrero de 2012, y siguió su tratamiento en el Hospital de Sant Pau. Tres años después del diagnóstico, volvió la normalidad a su vida: comenzó sus estudios universitarios (Administración y Dirección de Empresas), y aprovechó todas las oportunidades que surgieron, como hacer un intercambio universitario en Estados Unidos, un voluntariado empresarial en Perú y unas prácticas profesionales en Luxemburgo. Es una apasionada del surf y del esquí, deportes que ha podido practicar durante todos estos años. Sin embargo, uno de los efectos secundarios que sufrió tras el tratamiento han sido varios problemas en las articulaciones, que le causaron lesiones en el tobillo y la cadera. Eso limitó su actividad deportiva durante un tiempo, pero después de una operación de cadera realizada en el Hospital de Sant Pau hace año y medio, sigue practicando sus deportes favoritos.
- Marta Briones, superviviente de cáncer infantil
Como amante del esquí, recuerda como un hecho muy importante su escapada a la nieve con otros niños y niñas con cáncer. “Todas las actividades de la Fundación Villavecchia en las que participé fueron especiales, pero sobre todo la esquiada de marzo de 2013”, afirma Marta. Una compañera del hospital, que también sufría leucemia, volvió de la excursión a la nieve organizada por nuestra Fundación en 2012 y le contó todo lo que habían hecho durante esa semana y lo bien que se lo habían pasado. “Desde ese momento, mi ilusión se convirtió en poder participar en la esquiada del año siguiente. ¡Me encantaba esquiar! Y ese objetivo me mantenía ilusionada cuando me encontraba peor. Aquella salida superó todas mis expectativas, conocí a otros niños en la misma situación que yo, e hice amigos que incluso aún hoy conservo, con los que compartimos las experiencias de la enfermedad.” Marta aún recuerda las actividades de aquella semana: esquiar con los monitores, moverse sobre motos de nieve, subir por la noche en retracks para cenar en el restaurante de las pistas… “Recuerdo la entrega de todos los voluntarios y profesionales que nos acompañaron.”
- Marta Briones, con anorak azul a la izquierda
Lo más importante para Marta en ese momento fue normalizar la enfermedad, poder hablar de ella con otros niños y niñas que estaban viviendo lo mismo que ella, compartir miedos y vivencias, y sentirse comprendida. “Una de las anécdotas más divertidas que recuerdo fue un intercambio de pelucas entre las niñas. La peluca que pretendía ser mi pelo real en la calle o en el colegio, era la misma que intercambiaba con amigas sin vergüenza a mostrar mi cabeza calva. También comparábamos las cicatrices de la intervención del Port-a-Cath –que sirve para suministrar la medicación por vía intravenosa–, y cada uno estaba convencido de que su cicatriz era la más bonita.”
Marta nos cuenta que, en clase, no podía seguir el ritmo de sus compañeros, por ejemplo hacer deporte o salir con ellos después del colegio, porque estaba cansada mientras seguía en tratamiento, y eso la hacía sentir algo incomprendida o alejada del grupo. “Las salidas con otros compañeros enfermos me ayudaron en este sentido”, asegura.
- Esquiada de 2013 organizada por la Fundación Villavecchia
De sus años de tratamiento recuerda, en primer lugar, a los médicos, enfermeros, personal hospitalario y a la profesora del hospital: “su profesionalidad, su trato cercano y amigable me ayudaron a hacer más llevadero el período que pasé en una cámara de aislamiento, sin poder salir ni recibir visitas”. En las siguientes fases del tratamiento, cuando ya no se encontraba aislada, se distraía en la sala de juegos, “donde las voluntarias de la Fundación Villavecchia hacían lo posible para que pasáramos un buen rato”.
A una niña que esté pasando por la enfermedad que ella padeció, le diría: “Esto pasa mucho más rápido de lo que parece. Un día te darás cuenta de que todo ha pasado, aunque en el momento de vivirlo sea una montaña enorme y el tiempo parezca no avanzar”. Marta recomienda buscar pequeños objetivos para mantenerse ilusionada durante el tratamiento. “Por ejemplo, yo tenía una lista de deseos para hacer al salir del hospital, empezando por comer las empanadillas de mi abuela, y dormir de lado, ya que en el hospital solo podía dormir boca arriba porque llevaba un catéter.” Intentar tomarse la enfermedad de la mejor manera y ver el lado bueno de las cosas es otro de sus consejos. “Yo tenía una libreta donde apuntaba todas las cosas graciosas o pequeños desastres que me pasaban, y aún me río cuando vuelvo a leerla.”
Marta nos dedica unas emocionantes palabras de agradecimiento: “A la Fundación Villavecchia le doy mil gracias por todo el soporte, tan profesional y cercano, que dan a cada paciente y a cada familia. Cuando sufrimos una enfermedad grave, nos ayuda mucho conocer a otros pacientes o familias que estén en la misma situación, para poder compartir inquietudes y sentirnos comprendidos, ya que es muy difícil encontrar esta comprensión fuera del hospital. Así que animo a la Fundación a seguir ayudando a poner a estas personas en contacto, a través de actividades como la esquiada u otras salidas, y con el apoyo de su equipo de voluntarios, muchos de los cuales son expacientes o familiares.”
Además de ayudar al paciente, las actividades de respiro benefician a todo el grupo familiar. Como explica Marta: “Las actividades organizadas por la Fundación me ayudaron a mí, pero también a mis padres. Los padres viven toda la enfermedad con el niño y pueden llegar a sufrir tanto o más emocionalmente que su hijo. La Fundación Villavecchia estuvo presente en los momentos más felices durante mi enfermedad, y esto ha influido en que mi madre quiera ayudar a otros niños y a sus familias en situaciones de enfermedad, inscribiéndose como voluntaria de la Fundación.” Muchas gracias a las dos!
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